¿Qué es la atención?

La atención es una función cognitiva básica e imprescindible para el desarrollo general del niño, tanto en su vida diaria como en el ámbito escolar. Le permite enfocarse en los estímulos importantes e ignorar aquellos que no lo son, evitando así distracciones. Esta capacidad le lleva a concentrarse y mantenerse enfocado durante periodos de tiempo concretos, dependiendo de su edad cronológica y momento madurativo.

Esta capacidad de “concentrarse” forma parte de un entramado de redes cerebrales que interaccionan entre sí, permitiendo el alcance y consecución de todos los retos diarios. Por lo que, enfocar y mantener la atención en un estímulo específico hace posible el funcionamiento del resto de los procesos y funciones cognitivas, como la percepción visoespacial y visoconstructiva, el lenguaje, la memoria, el aprendizajes de nuevos conceptos, los razonamientos o la resolución de problemas.

Por ejemplo, si un niño de 12 meses no dirige y mantiene su atención en los sonidos que recibe de su entorno, no alcanzará a guardar las palabras y evocarlas más tarde por sí mismo; del mismo modo, si un niño de 4 años no dirige su atención al papel y pinturas, se distrae con los otros niños o juguetes de su alrededor, no podrá terminar de pintar su dibujo; en el caso de un niño de 12 años, primero deberá centrar y mantener su foco atencional en aquello que lee, para posteriormente guardar en su memoria aquellos conocimientos de la materia escolar.

Funcionamiento cerebral:

El cerebro se puede entender como un conjunto de zonas que trabajan en equipo, conectadas entre sí a través de “caminos” o redes. Cuando estas redes se activan, nos permiten socializar, aprender cosas nuevas o resolver problemas. En la infancia estos caminos aún están formándose y perfeccionándose para que su funcionamiento sea cada vez más eficaz y preciso.

Es importante entender que, más allá de los diagnósticos que todos conocemos (como el autismo, el TDAH, la discapacidad intelectual o los trastornos del aprendizaje como la dislexia o la discalculia), desde la neuropsicología, las dificultades cognitivas en la infancia también pueden clasificarse en función de qué redes o circuitos cerebrales están teniendo un funcionamiento menos eficiente.

A veces nos encontramos con niños y niñas que tienen dificultades claras en su vida diaria, pero que no encajan del todo en ninguno de los diagnósticos habituales. En estos casos, resulta útil analizar qué redes y áreas del cerebro podrían no estar funcionando como deberían, y cómo eso puede estar impactando en su atención, aprendizaje y comportamiento. Esto nos permite intervenir de forma más precisa, acompañando en el desarrollo y evolución con una mirada más ajustada a las necesidades reales.

Para poder daros una idea más concreta del funcionamiento cerebral, relacionado con la atención, os exponemos brevemente las principales redes implicadas en lo que comúnmente llamamos “concentración”:

  • Red neuronal por defecto: este circuito se activa mientras una persona en reposo reflexiona de forma interna (recuerda situaciones pasadas o futuras, imagina escenarios ficticios, piensa en una misma…). En los adultos, para poder concentrarse y prestar atención al mundo que les rodea, esta red se desactiva, permitiendo que otras redes cerebrales tomen el control. Sin embargo, en los niños esta capacidad aún está en desarrollo, lo que puede explicar por qué les cuesta más mantener la concentración en tareas externas.
  • Red frontoparietal: permite el funcionamiento guiado y controlado dirigido a realizar tareas externas exigentes (por ejemplo: realizar un problema de matemáticas).
  • Red dorsal y ventral de la atención: La red ventral se encarga de detectar cambios inesperados en el entorno como un ruido fuerte o algo que se mueve alrededor. La red dorsal es la responsable de mantener la atención sobre estímulos relevantes del entorno como la explicación de un profesor. Estudios recientes muestran que cuando estas dos redes trabajan juntas, los niños pueden concentrarse y trabajar mejor.

¿Qué factores pueden estar afectando a las funciones atencionales?

Está comprobado que ciertos hábitos cotidianos pueden influir directamente sobre la capacidad para concentrarse. A continuación, exponemos algunos factores del día a día que pueden alterar estas funciones atencionales:

    • Problemas de conciliación, mantenimiento o calidad del sueño
    • Hábitos de alimentación
    • Fatiga o cansancio durante el día
    • Falta de rutinas, estructura u organización diaria
    • Uso prolongado de pantallas
    • Necesidad de mayor actividad física
    • Nivel de exigencia excesivo o insuficiente

    ¿Cómo ayudar desde casa?

    Desde el entorno familiar pueden llevarse a cabo pequeños ajustes diarios que, de forma consistente, pueden promover una mayor capacidad atencional y agilidad cognitiva en los niños y niñas. Algunas recomendaciones prácticas pueden ser las siguientes:

    1. Establecer rutinas estructuradas

    Las rutinas, así como el orden y la constancia, ofrecen seguridad a los niños, además de enseñarles a responsabilizarse y organizar sus actividades. Por ello, desde casa recomendamos establecer unos horarios relativamente estables para realizar los deberes y tareas académicas, reservar tiempo para el juego y el descanso, y dedicar momentos a las responsabilidades diarias (como ducharse, cenar, hacerse la cama o recoger).

    Dado que los niños aún están desarrollando la capacidad de comprender el concepto del tiempo, no siempre saben cuánto tiempo necesitan para cada tarea. Por eso es importante mantener una rutina constante y organizada. Se puede hacer uso de apoyos visuales como temporizadores (relojes de arena, cronómetros infantiles, alarmas que suenen cinco minutos antes de finalizar una actividad…), o de horarios en los que puedan ir tachando las tareas que ya han completado hasta alcanzar el tiempo reservado al juego.

     

    1. Mantener los horarios y rutinas de sueño

    Tener un sueño nocturno de calidad forma parte del neurodesarrollo, permite consolidar los nuevos aprendizajes y mantener un buen rendimiento cognitivo durante la semana. Por ello, es esencial establecer una hora para irse a dormir y asegurarse de que los niños descansan un número adecuado de horas atendiendo a su edad.

    Recomendamos:

    • Mantener el horario de ir a la cama, incluyendo fines de semana.
    • Evitar el uso de pantallas durante la semana y, principalmente, antes de ir a dormir.
    • Realizar actividades relajantes antes de ir a dormir como una ducha, pintar, leer un cuento…

     

    1. Revisar los hábitos de alimentación y la actividad física

    Comer de forma saludable, incluyendo frutas, verduras y proteínas en la alimentación; junto con la práctica regular de deportes durante la infancia y adolescencia desempeñan un papel esencial en el desarrollo neurocognitivo. 

    Diversos estudios en neurociencia respaldan la importancia de ofrecer a los niños alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, vitamina D, vitamina B6, vitamina12, y micronutrientes (zinc, hierro o magnesio), para favorecer la salud cerebral.

     

    1. Adaptar el currículum escolar

    Algunos niños y niñas tienen ritmos diferentes a lo esperado según su edad y curso académico, requiriendo una mayor demanda académica para potenciar su motivación o, por el contrario, un ajuste o reducción de la demanda para facilitar su ritmo de trabajo. Será conveniente valorar si, desde el centro escolar, es necesario realizar modificaciones en dirección a mejorar el rendimiento dentro del aula.

     

      ¿Cuándo debemos pedir ayuda a un profesional?

      No todos los problemas de concentración responden a un diagnóstico clínico, pero tampoco toda distracción forma parte del desarrollo normativo del niño. Por eso, es importante observar la frecuencia, el momento de aparición y el contexto de estas desconexiones atencionales. Si se identifican uno o varios factores de los mencionados anteriormente (como alteraciones en los horarios de sueño, cansancio excesivo durante el día, uso prolongado de pantallas, nivel de exigencia académica desajustada…), es conveniente abordarlos cuanto antes para favorecer una mejor concentración en el día a día.  

      No obstante, si las dificultades atencionales persisten a pesar de abordar estos factores o como familia observan que algo más podría estar sucediendo, es recomendable acudir a un profesional especializado. En este caso, se aconsejaría consultar a un neuropsicólogo/a infanto-juvenil, quién se encarga de evaluar de una forma integral el desarrollo de todos los procesos y funciones cerebrales del niño y ofrecer tanto una explicación de lo que puede estar ocurriendo a nivel cerebral como una respuesta más precisa de actuación para conseguir una mejora en el rendimiento del niño (en el siguiente enlace explicamos con más detalle en qué consiste una valoración neuropsicológica: …).

        Más allá del déficit atencional: otras posibles causas

        Hemos hablado de cómo la atención es clave para el desarrollo del resto de las capacidades cognitivas (como la memoria, la percepción o el razonamiento). No obstante, muchas veces tendemos a caer en el error de atribuir el bajo rendimiento escolar únicamente a un déficit atencional o una supuesta falta de interés, insistiendo en que el niño no puede o no se esfuerza en concentrarse.

        En estos casos, podemos observar cómo progresivamente el niño va desmotivándose cada vez más por las materias escolares y los deberes. Con el tiempo, esto puede derivar en rabietas, rechazo hacia las tareas escolares o incluso malestar emocional relacionado con el colegio.

        Dado que hablamos de redes cerebrales, hay ocasiones en las que no es la “atención” o “concentración” la base de las dificultades académicas o las causantes de que un niño no haga caso a las instrucciones del adulto. En ocasiones, puede deberse a disfunciones en otros procesos y sistemas cerebrales que impiden que el niño pueda concentrarse.

        A continuación, exponemos algunos ejemplos de dificultades que pueden interferir en la concentración y el aprendizaje:

        • Fallos en la integración visuoperceptiva y procesamiento visuoespacial: puede afectar a la capacidad para dibujar, escribir, leer, comprender conceptos matemáticos…
        • Fallos a nivel inhibitorio y de estructuración: puede afectar en la capacidad para seguir unos pasos dirigidos a un objetivo, seguir las instrucciones de los adultos, crear historias con secuencias ordenadas…
        • Alteraciones práxicas: afecta en la planificación de movimientos, uso del lápiz, tijeras, escritura…
        • Problemas de índole psicológica: en algunas ocasiones puede tratarse de preocupaciones o síntomas ansiosos desapercibidos que pueden estar afectando a su rendimiento escolar y cotidiano.

        En resumen…

        Es fundamental darle importancia al desarrollo atencional de los niños, no obstante, también lo es comprender que cada niño tiene su propio ritmo y su propia personalidad. No siempre las dificultades atencionales marcan un trastorno neurológico, pero tampoco se deben minimizar cuando afectan considerablemente en su bienestar y aprendizaje.

        Una valoración neuropsicológica en estos casos no solo ayuda a identificar la raíz de estas dificultades, sino que también orienta sobre cómo fortalecer sus habilidades y ofrecer apoyo en aquello que necesita el niño para su correcta maduración.